2020. Almería y Andorra

La pandemia trastocó todos mis planes iniciales de escaladas de este año: Furka, Gotthard, Nufenen... Pero encontré montañas interesantes, alternativas y huecos en el calendario para suplir las que quedaron aparcadas hasta tiempos mejores. Quién sabe si para 2021. A finales de marzo pensaba subir el Velefique y la Tetica de Bacares (!!), así como el Calar Alto (desde el sur), en Almería, pero ya sabéis lo que pasó: el confinamiento lo impidió. Pero una vez se levantaron las restricciones, allá fui: el 26 de junio coroné el Velefique (1.820 metros) y, seguidamente, la Tetica de Bacares (2.100 metros). Al Velefique le llaman el Stelvio español, yo creo que equivocadamente, pues aunque tenga varias curvas de herradura seguidas, ni son tantas ni con tanta pendiente. Además, el escenario es totalmente distinto: en Italia te encuentras entre montañas alfombradas bien de bosques, bien de nieve (incluso en julio), y la altura es mucho mayor; en Almería se parte del desierto puro y duro, de manera que apenas hay vegetación (matorrales, a lo sumo) hasta alcanzar los 1.500 metros de altura, si bien fue un gustazo oler la fragancia de las ginestas (sí, allí huelen de maravilla) en esos primeros tramos.

Los cuatro primeros kilómetros son muy duros, con pendientes medias del 11,3%, 8,8%, 8,4% y 9,1%, pero el resto es bastante suave, con máximas del 6,7% y un final del 8,6%. Antes de subir no me fiaba de las altimetrías que analicé, pues diferían en bastantes metros. Al final, la del Velefique coincidía tanto con mi ordenador de la bicicleta como con el cartel que hay al hollar la cima. De ahí que la de Tetica de Bacares sea, según mis cálculos, de 2.100 metros, que son los que hay hasta la punta de esa estación de antenas, un último repecho de hormigón con mucha pendiente pero con una vista increíble.

Al día siguiente, el 27 de junio, ascendí al Calar Alto por la vertiente sur. Hace tres años (23 de agosto de 2017) lo subí, de camino al Veleta, por la cara norte y con alforjas. Son 20 kilómetros que se hacen largos, con algunos tramos del 9% (km 5), 10,2% (km 10), o del 8 al 9% (kms 14 al 17). Lo peor es el final, con un kilómetro y medio (de ldo tres últimos) al 10,5% por un firme bastante malo, aunque compensa la llegada, los enormes telescopios inmaculadamente blancos que hay en la cima y ese cielo limpio, puro y azulado.

Banda sonora que acompañó a este viaje: 'Ser brigada', de León Benavente, porque parte de su letra venía al pelo: Y se fueron buscando el calor
Llegaron al desierto de Almería y ese día
Se cubría con todo el vapor del mar
Subieron a la montaña más alta
Y gritaron sus nombres en bucle.


Y visto que Suiza estaba vedada este año (llegar hasta allí no era fácil con tantas restricciones y temía ser confinado obligatoriamente en alguna zona de paso, bien francesa, bien italiana o incluso helvética) busqué alternativas, hasta que tuve una revelación: un anuncio en Facebook sobre las maravillas que ofrece Andorra al ciclista. Quizás por prejuicios, siempre había descartado viajar a ese país, pero me equivocaba: es un paraíso para el ciclismo, con decenas de montañas maravillosas, perfectamente cuidadas e incluso adaptadas para este deporte. 


El ciclismo es su alternativa estival al esquí invernal. Han apostado fuerte y con inteligencia para atraer a cientos de ciclistas, desde carriles hasta las cimas a carteles explicativos cada kilómetro (que son mucho mejores que algunos franceses) y folletos detallados sobre cada montaña y ruta (21) y hoteles adaptados. Allí se encuentran algunas de las cimas más elevadas de los Pirineos, una concentración muy alta y en muy poco espacio de cumbres majestuosas.

Fui de menos a más: 25 de agosto, Coll d'Ordino (1.980 metros), por la tarde, con mucho calor; 26 de agosto, Arcalís (2.229 metros); 27 de agosto, Port de Cabús (2.302 metros), y 28 de agosto, y pese a que había alerta naranja (por la tarde y por la noche cayó un aguacero tremendo), Envalira (2.408 metros). Una experiencia y un viaje inolvidable.



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