Primer día: Dénia-Valencia. 107 km
Lluvia y poco calor en la primera jornada en ruta. Numerosas lumis por la carretera nacional. Esperan a los clientes sentadas en sillas de playa o de salón. La cama, los coches, que aparcan en los caminos colindantes, o los campos de naranjos. Una jaqueca de órdago.
El lado agradable del viaje: el paso por la Albufera; los campos de arroz, donde hay muchísimas garzas reales; la horchata que me he tomado.
Segundo día: Valencia-Barracas. 106 km
106 km con temperatura agradable y en continua ascensión de 0 a 1.000 m. Por suerte, sin quererlo, una amable aldeana de Altura me ha indicado cómo acceder a la vía verde de Ojos negros, que recorre una antigua vía férrea a través de la montaña. Es una maravilla. Mañana la seguiré hasta Teruel. He llegado a Barracas, donde están en fiestas. Esta tarde tienen toros y, por la noche, toro de luces. Prefiero no imaginarlo. Un amable aldeano ya me ha invitado a torear. Me he hecho el sueco.
Tercer día: Barracas-Monreal. 133 km
Bendito el momento en que la amable aldeana de Altura me indicó cómo tomar la vía verde de Ojos negros. He hecho el recorrido hasta el final, en Santa Eulalia, pasando por bosques de encinas y de pinos, por fértiles vegas y huertos y, al final, por un páramo lleno de cardos, semidesértico. Empecé a las 7, con 13 grados, 20 menos que cuando acabé casi a las 15 horas.
Un zorro se cruzó en mi camino, un águila emprendió el vuelo a escasos metros de mí, un conejo, al que pillé desprevenido en un túnel, corrió 300 metros delante de la bici, hasta que halló refugio. Gente amabilísima en todo el trayecto.
Cuarto día: Monreal del Campo-Calatayud. 83 km
Paseillo (comparado con otros días) en paralelo al cauce del río Jiloca, lo que me ha permitido descansar de cara a mañana. Casi todo en descenso, excepto un puertecillo.
Temperatura baja para estas fechas. Detrás dejaba lluvias copiosas (los cumulonimbos que veía a mis espaldas daban miedo; de hecho, finalmente ha llovido en Calatayud) . Destacable: el paso por Daroca y el recorrido entre perales y manzanos cargadísimos de fruta. Calatayud, una ciudad preciosa (con unos dulces riquísimos).
Quinto día: Calatayud-Soria. 94 kmAl llegar al puerto de Bigornia, límite entre Zaragoza y Soria, paro la bici para grabar unas imágenes de un campo de girasoles. Escucho el ruido de un trote y veo que entre los girasoles corren, en dirección a la carretera, dos ciervos, machos a tenor de su cornamenta. Pasan a unos 30 metros de mí. Intento avisar a un coche que pasa en ese momento para que tenga cuidado.
Da un frenazo y evita impactar contra el ciervo más regazado. Cruzan la carretera, atraviesan un trigal recién segado y desaparecen en un encinar. Los pude grabar, así que en unos días, estreno mundial de esa escenita. Etapa muy fría en la que el termómetro ha oscilado entre los 13 y los 20 grados. Fragancias de campo inolvidables (sí Dorothy).
Sexto día: Soria-Logroño. 108 km
Cervatillos pastando, decenas de buitres sobrevolando y posados en las peñas del valle del Iregua... Un recorrido precioso de 108 km con final en Logroño y para el que he tenido que ascender el puerto de Piqueras (1.710 m).
Séptimo día: Logroño-Bilbao. 151 km. Fin.
Y al final llegué. De mar (Mediterráneo) a mar (Cantábrico). La etapa de hoy, agotadora, de 151 km con ascensión al puerto de Orduña con 39 grados y ni una sombra. Allí he conocido a Amaya, Juanjo y Carmen, de un club ciclista de Orduña, que me han invitado a tomar en su casa (de esas típicas vascas de campo) un refresco y un atún en aceite casero hecho por Carmen, el más rico que he probado nunca. Gente hospitalaria y encantadora que te encuentras a cada pedalada cuando vas en bici.
Y se acabó. Han sido 7 días inolvidables, maravillosos. El esfuerzo, una vez más, ha merecido la pena. Mañana empezaré a pensar en futuras rutas.
Lluvia y poco calor en la primera jornada en ruta. Numerosas lumis por la carretera nacional. Esperan a los clientes sentadas en sillas de playa o de salón. La cama, los coches, que aparcan en los caminos colindantes, o los campos de naranjos. Una jaqueca de órdago.
El lado agradable del viaje: el paso por la Albufera; los campos de arroz, donde hay muchísimas garzas reales; la horchata que me he tomado.
Segundo día: Valencia-Barracas. 106 km
106 km con temperatura agradable y en continua ascensión de 0 a 1.000 m. Por suerte, sin quererlo, una amable aldeana de Altura me ha indicado cómo acceder a la vía verde de Ojos negros, que recorre una antigua vía férrea a través de la montaña. Es una maravilla. Mañana la seguiré hasta Teruel. He llegado a Barracas, donde están en fiestas. Esta tarde tienen toros y, por la noche, toro de luces. Prefiero no imaginarlo. Un amable aldeano ya me ha invitado a torear. Me he hecho el sueco.
Tercer día: Barracas-Monreal. 133 km
Bendito el momento en que la amable aldeana de Altura me indicó cómo tomar la vía verde de Ojos negros. He hecho el recorrido hasta el final, en Santa Eulalia, pasando por bosques de encinas y de pinos, por fértiles vegas y huertos y, al final, por un páramo lleno de cardos, semidesértico. Empecé a las 7, con 13 grados, 20 menos que cuando acabé casi a las 15 horas.
Un zorro se cruzó en mi camino, un águila emprendió el vuelo a escasos metros de mí, un conejo, al que pillé desprevenido en un túnel, corrió 300 metros delante de la bici, hasta que halló refugio. Gente amabilísima en todo el trayecto.
Cuarto día: Monreal del Campo-Calatayud. 83 km
Paseillo (comparado con otros días) en paralelo al cauce del río Jiloca, lo que me ha permitido descansar de cara a mañana. Casi todo en descenso, excepto un puertecillo.
Temperatura baja para estas fechas. Detrás dejaba lluvias copiosas (los cumulonimbos que veía a mis espaldas daban miedo; de hecho, finalmente ha llovido en Calatayud) . Destacable: el paso por Daroca y el recorrido entre perales y manzanos cargadísimos de fruta. Calatayud, una ciudad preciosa (con unos dulces riquísimos).
Quinto día: Calatayud-Soria. 94 kmAl llegar al puerto de Bigornia, límite entre Zaragoza y Soria, paro la bici para grabar unas imágenes de un campo de girasoles. Escucho el ruido de un trote y veo que entre los girasoles corren, en dirección a la carretera, dos ciervos, machos a tenor de su cornamenta. Pasan a unos 30 metros de mí. Intento avisar a un coche que pasa en ese momento para que tenga cuidado.
Da un frenazo y evita impactar contra el ciervo más regazado. Cruzan la carretera, atraviesan un trigal recién segado y desaparecen en un encinar. Los pude grabar, así que en unos días, estreno mundial de esa escenita. Etapa muy fría en la que el termómetro ha oscilado entre los 13 y los 20 grados. Fragancias de campo inolvidables (sí Dorothy).
Sexto día: Soria-Logroño. 108 km
Cervatillos pastando, decenas de buitres sobrevolando y posados en las peñas del valle del Iregua... Un recorrido precioso de 108 km con final en Logroño y para el que he tenido que ascender el puerto de Piqueras (1.710 m).
Séptimo día: Logroño-Bilbao. 151 km. Fin.
Y al final llegué. De mar (Mediterráneo) a mar (Cantábrico). La etapa de hoy, agotadora, de 151 km con ascensión al puerto de Orduña con 39 grados y ni una sombra. Allí he conocido a Amaya, Juanjo y Carmen, de un club ciclista de Orduña, que me han invitado a tomar en su casa (de esas típicas vascas de campo) un refresco y un atún en aceite casero hecho por Carmen, el más rico que he probado nunca. Gente hospitalaria y encantadora que te encuentras a cada pedalada cuando vas en bici.
Y se acabó. Han sido 7 días inolvidables, maravillosos. El esfuerzo, una vez más, ha merecido la pena. Mañana empezaré a pensar en futuras rutas.
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