2022: Alpes saboyanos+Mont Aigoual

Con base en el tranquilo pueblo de Moutiers, en agosto ascendí cinco cumbres de los Alpes saboyanos. 

Primero, el Cormet de Roselend, 20 kilómetros de subida y 1.154 metros de desnivel, hasta llegar a los 1.968 metros de altura por una carretera no muy complicada que atraviesa un bonito paisaje, pero en donde ya era perceptible los estragos que este año ha ocasionado la persistente ola de calor. 



Segundo reto: Col de la Loze: 2.304 metros de altura. Palabras mayores en un paso con varias pendientes continuadas del 20%, que a esa altura, donde el oxígeno empieza a faltar, te dejan reventado. Muy duro. Casi 23 kilómetros de pura ascensión con un desnivel de 1.458 metros. 


Tercero: el Petit Saint Bernard, 2.188 metros de altitud. Un desnivel de 1.348 metros en casi 27 kilómetros. Hecho el Grand (frontera entre Italia y Suiza), tocaba el Petit (frontera galo-italiana). No es una gran pendiente, pero sí un puerto que se hace muy largo. Lo malo, el tráfico. Demasiada moto y coche. A cinco kilómetros de la cima, tras una curva de 90 grados, empezó un viento de cara muy fuerte y gélido que me obligó a abrigarme y a esforzarme aún más. Lo mejor, ver a lo lejos el enorme macizo del Mont Blanc nevado. 


Cuarto: Col de l’Iseran. Nada menos que 2.770 metros. La tercera cumbre, tras Veleta y Bonette, más alta de Europa. Ya lo subí en 2016, pero por la otra vertiente. La que parte de Bourg Saint Maurice es larguísima, casi 50 kilómetros, y un desnivel de 1.955 metros. Las altimetrías que estudié son engañosas, tal como me temía. Hablan de un 7% de pendiente máxima, pero os aseguro que hay muchas zonas cuya media es entre el 9% y el 10%. Allí si que se nota la falta de oxígeno. La parte más interesante es la del final, tras pasar el Val d’Isere, montaña pura, sin edificios ni la sucesión de los molestos y peligrosos túneles (que a la vuelta atravesé sin la luz trasera) del Lac du Chevril. 


Quinto: Val Thorens. Muy largo, 36 kilómetros hasta alcanzar los 2.340 metros de altura, con un desnivel de 1.861 metros. Sinceramente, un paisaje que da mucha pena: la meta es una estación de esquí híper urbanizada, con gigantescos  aparcamientos y con edificios de muchísimas plantas, tantas que impiden ver el glaciar de Péclet, imponente, que hay justo al lado y que apenas se  adivina desde la estación. 


Tras los Alpes, viajé hasta el Macizo Central, al Parque Nacional de Cévennes, para subir el mítico Mont Aigoual, 1.567 metros y 37 kilómetros desde Le Vigan. Había que ir después de leer ‘El ciclista’, el clásico de Tim Krabbé. 


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