2021: Alpe d'Huez y Dolomitas

A la tercera fue la vencida. En 2015 fui por primera vez a los Alpes y mi intención era subir el Alpe d'Huez, un clásico. Pero llegué en muy malas condiciones allí, con dolores terribles en las piernas, con los ganglios muy inflamados y muy muy cansado. Me costó horrores subir el Col de la Bonette (me desquité en 2016) y el Izoard (también superé esa asignatura pendiente en 2019). Empecé a recuperarme y luego ascendí Galibier, Iseran, Madeleine, Glandon, Croix de Fer... No estaba en mis mejores condiciones físicas, pero lo hice. La última cumbre era Alpe d'Huez, demasiado ya. Tiré la toalla. Otro año sería. En 2019 me propuse subirlo, de vuelta de los Alpes suizos y de coronar en condiciones el Izoard, non stop, pero coincidió con una ola de calor extremo (alerta roja por primera vez en esa zona de Francia). Otro año sería, volví a decirme. Y tocó este 2021. Llegué a primera hora de la mañana a la base, con la fresca, y subí los 1.840 metros sin problemas, todo seguido, a buen ritmo, adelantando a muchos ciclistas (y superado por un padre y su hijo, todo hay que decirlo), para superar ese clásico, que tiene una pendiente máxima del 14% en sus 15 kms de escalada. Vale, está hecho, pero aparte de las curvitas de herradura tan conocidas, de sus 21 tornanti, poco más. No es de las cumbres más bellas ni de las montañas más interesantes que he visitado. Pero hecha está.

Lo que vino luego sí qué fue increíble: los Dolomitas, la zona alpina más hermosa que, de momento, conozco. Es de cuento de hadas. El problema es que para llegar hasta allí hay que hacer un montón de kilómetros y la zona es bastante cara. El primer día subí el Passo Sella (2.240 metros, máxima de 9%), para llegar luego al Passo Gardena (2.121 metros, máxima de 10%). Llovió, diluvió, granizó, tronó, cayeron rayos cerca. Hizo un tiempo de perros, pero aquello era tan bonito, tan impresionante, que me daba igual tener los dedos congelados o tiritar en algunos momentos o que me partiera un rayo. 


Al día siguiente le tocó al Passo Fedaia (2.057 metros, máxima del 11%). Subí temprano, bajo un cielo amenazante, y tuve la suerte de que el diluvio se desató nada más llegar a la cumbre, donde me pude refugiar. Volveré allí con la intención de estar más tiempo y recorrer algunos de sus circuitos circulares. 



Comentarios